lunes, 6 de octubre de 2008

Relato de una salida

Fue un día lunes, como pudo haber sido martes, miércoles o viernes. La cosa es que fue diferente, y no por que haya sucedido algo inusual, ni por que fuera una fecha específica, fue diferente por que me tomé el trabajo de disfrutar cada paso que di, de escuchar hasta el mas mínimo ruido que había en el camino, de fijarme en los detalles que nadie toma en cuenta. Y en realidad, no fue el día completo el que llamó mi atención o que le puse atención, sino una pequeña fracción de tiempo que aproveché como pocas veces hago, sólo por el placer de sentirme viva. La cosa fue así:

Salí de mi casa como siempre. Mi mochila en una mano y la chaqueta en la otra. Cerré la puerta y me puse mis lentes de sol. Observé el día a través de ellos y noté que estaba muy brillante. Si bien el sol no quemaba, si irradiaba mucha luz. Caminé y me despedí de mi perro que me quedó mirando como diciendo "vuelve pronto". Salí en dirección a la boca del pasaje, la salida... o la entrada, depende del punto de vista. Mientras caminaba sentía el viento en mis oídos y en mi pelo. Era tan fresco, agradable. Luego seguí por la avenida y luego por la calle latera. Justo antes de llegar a la esquina, dos mujeres llamaban a un señor que iba un poco mas adelante mío. No las tomó en cuenta. "Me van a hablar a mi" pensé y me dio un poco de miedo al pensar que podían ser mecheras. En efecto, me hablaron, pero no eran mecheras, sólo querían saber como llegar a la calle paralela a la que estábamos, se habían perdido con tanto corte en las vías. Les indiqué y me agradecieron, luego seguí y me quedé pensando en lo desconfiados que estamos hoy en día. "Ya no se puede confiar en nadie" dicen, y tal vez tengan razón, como el actuar de ese señor que prefirió ignorar a las mujeres. Nadie lo puede culpar por querer ser precavido, estaba en su justo derecho. Yo tomé el riesgo de prestarles atención y no me equivoqué por que después me sentí muy bien de haber podido ser útil. Después, hasta el sol en mis ojos se sentía agradable, la brisa en mi cara, el ruido de os autos pasando, las conversaciones de la gente. Todo tubo un ligero cambio de apreciación, se sentía bien.
Luego atravesé una calle. Iba contenta con mis lentes de sol, era inmune. Vi a una mujer delgada de espaldas con un grupo de jóvenes. En realidad, eran todos hombres. Volví a cruzar y me dio luz roja, esperé. La verde y seguí con calma. Pasé junto a un jardín y quise oler las flores que había en un mesón, pero no tenían olor, sólo eran bellas. Caminé en línea recta por varias cuadras, tratando de fijarme en los detalles que veía al pasar. Una señora con una niñita de la mano, un señor con dudosa cara de seriedad, una pareja mas adelante que traté de adelantar, pero el joven no me dejaba hasta que ella lo movió y rió nerviosamente. El chico se llamaba Diego. Después un mozuelo con un coche y un niño en el. Llegué hasta la esquina, roja. Doblé a la izquierda, más sol, pero ahora me molestó un poco y tuve que achicar los ojos. Crucé la esquina con calma, no venían vehículos, raro. Crucé la otra esquina, venía un bus azul a lo lejos, pasé despacio. Pasó una señora frente a mi, luego seguí. Pasé junto a mi antiguo colegio y escuché la voz del que fue mi director y profesor, me trajo algunos recuerdos, buenos recuerdos. Llegué a la esquina y me encontré con San José, esa imagen que tantas veces vi y me sigue gustando por la tranquilidad que transmite. Le pedí un favor, su intercesión en un asunto, espero que me ayude. Continué por la derecha y luego crucé al otro lado de la calle, y aquí viene algo simpático. En una casa, entre unos arbustos y una reja había un gato, gris y blanco, se veía como atrapado. Lo miré y le saludé a lo que me contestó con un maullido tímido. De a poco me acerqué y toqué su nariz con el dorso de mis dedos. Me langüetió. Luego se paró y quiso traspasar la reja para salir. Estaba un poquito gordito por que le costó, pero salió. Siguió maullando y se puso frente a mi para que le hiciera cariño. Subía su cabeza y movía su cola, se dejaba querer. Fue muy dulce hasta que quiso estirarse y me usó como punto de apoyo, enterrando sus garritas en mi pierna. Mi pantalón era delgado. Le hice el último cariño y me fui. Seguí mi camino, lo poco que me quedaba, y fui recordando lo simpático que estuvo. Volví a sentir el viento y con él una bocanada de vida. Sentí el mundo palpitando a mi alrededor, respirando, caminando igual que yo.

Ahora que lo pienso bien, no fue el día, ni la tarde, ni el sol ni el aire lo que hizo de ese un momento especial. Fueron los detalles, el conjunto de esas cosas chiquitas los que hicieron la diferencia entre éste y cualquier otro lunes. Son los detalles los que hacen de la vida algo interesante, los que marcan la diferencia, los que hacen sonreír.

lunes, 29 de septiembre de 2008

Carta a un amigo lejano

Querido amigo:

¿Cómo puede ser que la felicidad de uno sea la tristeza de otro? ¿Puede existir tal egoísmo? ¿Será una penalidad gravísima contra la humanidad? El dolor se me agolpa en las sienes y en la garganta, impidiéndome respirar. No siento olor ni brisa alguna. Sólo el sonido lejano de algo que no está aquí, conmigo, viéndome brotar lágrimas silenciosas y eternas, como de un manantial inagotable. Hago divagar mi mente y distraerme con vanas diversiones, pero estas son efímeras y pronto vuelve el pesar a ocupar su trono. Esta nostalgia irracional. Sin Dios ni ley. No me deja ver mas allá de mi nube gris que pareciera ocultar el horizonte de mi esperanza.

La felicidad por si sola debería ser suficiente. Vivir del contagio de su mera existencia, disfrutar sabiendo que alguien en alguna parte sonríe, que parte del dolor que sentía ya no existe, que ha alcanzado parte de su cielo. Pero no es mi cielo, lo es para alguien más que no soy yo. El mío es distinto, es uno difuso y tormentoso que impide pensar en después, en luego de la tormenta.

Es el miedo, querido amigo. Miedo a perder el paraíso. Miedo a que se derrumbe el castillo con un poco de ventolera. Miedo a que vuelva el silencio y la desolación. A volver al oscuros sonido del silencio... de la nada. Al vacío, al túnel sin una luz al final. A caer y caer sin encontrar apoyo. A volver a lo que creí pasado.

Y ellas siguen fluyendo, sin freno, sin razón, sin aviso. Sólo las siento cuando corren a través de mis contornos dejando su rastro húmedo. Ya no se por que salen, he olvidado su razón de origen. Ya no las controlo, sólo salen por que quieren salir. Exploran el mundo exterior buscando desahogo, una respuesta o algo que las haga desaparecer, que haga a su fuente sentirse mejor.

Oh, querido amigo, si tan sólo pudieras escucharme y acariciar mi cabello para calmar mi ansia. Si tan sólo estuvieras aquí para aminorar esta sensación incomprensible que desencaja mis sentidos y me vuelve vulnerable.

Espero ansiosamente tu consejo y esas dulces palabras que siempre tranquilizan mi espíritu.


Atentamente,


A. C. M. S. N

viernes, 18 de julio de 2008

Pushing Daisies

¿Por que el título?
Por la serie que lleva ese nombre y que me hace soñar tanto. Por el significado que tiene esa frase gringa que yo adapto a mi mundo ahora. Por las ganas de cambiar algo, o en realidad, de seguir cambiando. Por querer "criar margaritas".

Ahora puedo decir que a sido un año interesante. Con de todo un poco, tipo serie. He llorado hasta reventar, me he reído hasta llorar, he soñado miles de cosas, he pensado otras miles más. Dejé de escribir, volví a escribir. Pateé lejos los cuaderno, agarré las guías. Volví a sentir la dulzura de una buena compañía. Aprendí a andar sola. Recuperé el ritmo en mis dedos. Tomé otra vez un lápiz y pude crear algo bello. En este tiempo he vuelto a tomar las riendas de mi vida. He vuelto a sentir que estoy viva, a saber que por algo estoy aquí.

No tengo un final espectacular para este escrito, sólo decir que ya volví.

domingo, 17 de febrero de 2008

Soya

Realmente no tengo de que escribir. Si bien lo pasé muy requete bien en la playa, ahora no es el momento para contarlo. Miles de cosas en mi cabeza y ninguna tiene sentido. Hasta las ideas más locas podrían ser razonables ahora. De echo, muchas ideas locas parecen tener sentido en este momento.

Hoy fue el cumpleaños de mi cuñado. Preparé el "cosito" de queso, atún y soya que aprendí ayer. Me quedó la raja (modestia aparte) y a todos les gustó.

Esta semana no hay nada interesante. Me gustaría mucho una buena sorpresa y conversar mucho rato con alguien. De lo que sea, sólo hablar.

Es tarde. Mi perro por fin se calló... No, ahí empezó otra vez.

Voy a apagar esta cosa, no funciona muy bien de todas formas.

Aun siento el sabor de la soya en la lengua.

viernes, 25 de enero de 2008

Sobre mi cabeza

Hay cosas que están más allá de nuestro alcance y entendimiento. Cosas que por más que uno trate de entender, no se puede. No ahora, al menos. Esas cosas que uno espera por largo tiempo deseando que sean perfectas y cuando ocurre son incluso mejor, mucho mejor. Es el poder de la espera. Algo que está más allá de nuestro alcance, de nuestras intenciones y fervientes deseos. Más allá de nuestras cabezas.

Es bastante genial cuando se procesa tanto como lo he hecho yo hasta ahora. Pensar que, por ejemplo, todo lo que vivimos, cada suspiro en la mañana, cada pan con mermelada, cada cordón desabrochado de mis zapatillas y los colores de nuestra ropa en cierto día sí tienen un significado, tienen un futuro. Es un tanto angustiante, es verdad, pensar que todo está en un constante tiempo de espera. La angustia nubla la claridad y no deja ver lo que hay más allá. Pero hasta esa desesperación tiene su motivo, su milagroso motivo. Y si no lo sintiéramos con toda la piel, no tendría su recompensa.

Si tan sólo pudiéramos tener ése pensamiento constante, sufriríamos menos y disfrutaríamos más. La vida es muy corta para no pensarla, para no buscar algo mejor.

Lo que me gustaría rescatar es esto: Sí hay cosas que hacen todo más liviano. Una canción agradable, una película con un mensaje especial o con una escena en particular que captó nuestra atención. Una persona que caminaba por la calle y sin razón sonrió. Por un momento hace que todo brille, que todo vibre, que todo puede ser digno de ser esperado.

martes, 15 de enero de 2008

Andando hacia el nuevo no se qué

Si, ya se. A pasado ene desde la última vez. Es sólo por que a pesar de que está casi todo resuelto y aun que hubo un momento en que me sentí bastante segura, sigo divagando y pensando si es lo mejor.

Como ando extraña y sin muchas ganas de alargar, voy a hacer el cuento corto. Sobre la U, me quedo en la católica, en Letras. Eso ya me tiene media mareada, así que no lo quiero pensar más. Lo hecho, hecho está. Dado eso, mi sueño se vio... severamente retrasado o recortado o medio estancado, no se como decirlo. "Los caminos del señor son misteriosos" dicen por ahí, espero que algún día me lleven a donde he soñado tanto. Mi gente está bien, a pesar de varias cosas que han pasado, no logran derribarnos y podemos decir que estamos yupirigood, firmes más que nunca. ¿Que más..? Aaah!! a fines de diciembre comencé el curso de conducción y hoy terminé con las clases teóricas, ahora faltan las 3 pruebas que me piden y luego la práctica. No sé como va a estar eso, pero me tengo fe. Sobre vacaciones está cabrón, por que aun que la idea es ir a la playa una semana en febrero, aun no sabemos si van a llamar a mi madre para esa fecha, así que está eso en duda.

Un detalle freak? Sigo rayando con una película, más bien, un libro. Creo que a sacado mi lado más emotivo a relucir... es raro, pero es me!!

Música? casi nada. He estado al más puro sonido del silencio... y una que otra canción de radio o del compu que encuentro por ahí. El año pasado escuché ene el disco de Montgomery... rayé con eso también. ¿Sobre mi música? He estado medio floja. Es como si necesitara un incentivo, algo que me motive a tocar. Tengo "juguete" nuevo, así que trataré de motivarme sacando algunas cosas de ahí.

Hasta ahora me acuerdo de eso. Tal vez luego recuerde algo más.

Saludos!