viernes, 13 de octubre de 2006

Without a Truce

Estas últimas semanas han sido de locos. El ambiente que a rodeado el universo se a vuelto invisibles para algunos e insoportable para otros con menos surte. Mi caso es el último. No por el asunto de "menos suerte" si no por que solo me tocó notarlo.


Hay veces en que el mundo se confabula en tu contra sin saber por que. 0 tal vez no es culpa del mundo si no de las circunstancias que te llevan a un hecho en particular. Así, sin más te ves arrastrado por una corriente superior a tus fuerzas y te vez a los minutos muy lejos de donde empezaste a naufragar. Eso si, debo confesar que en las situaciones recientemente ocurridas no formo parte del elenco principal de este acto, si no más bien un actor secundario en una obra compleja. Y que los Hechos llegaron a mi más bien de una forma más ajena, más silenciosa. Vi con los ojos del observador supremo mi alrededor y las situaciones que me rodeaban. Fui testigo fehaciente de un sufrimiento sin poder hacer nada para evitarlo. Sufrí en silencio la impotencia de saber que nada puedo hacer. Callé la angustia que sentía por dentro y la escondí en lo más hondo de mis entrañas y transformé mi gesto para que no se notara ni un ápice de diferencia en el actuar. Soy una maestra del disfraz, ahora lo he comprobado.


No quiero que esto suene a "victimisidad". Esa no es mi intención en absoluto. Yo no he vivido ni la milésima parte, ni he respirado una milimétrica fracción de aire respecto a todo el dolor, sufrimiento y angustia que a vivido mi ser más amado en el mundo. Si aquella fuera juzgada en este momento y el requisito para entrar al cielo fuera una medida de sufrimiento, no habría cielo que bastara para cubrir la deuda que le deberían hasta ahora, ni yo podría entrar siquiera al purgatorio al compararme con esa medida. Me gustaría sentir por un momento ese peso para saber realmente lo que es, pero dudo que tenga la fuerza suficiente para soportar ese segundo. No soy suficiente, no es suficiente.


Todo puede sonar la reflexión de una depresiva con un teclado libre bajo los dedos y puede ser, pero no es el caso, no clínicamente comprobado al menos. Es la reflexión de una muralla, la reflexión de una consecuencia. Es la reflexión de una reflexión, es la de un testigo, de un observador, de una cómplice. Son las reacciones de una acción ajena. Son las descargas de alguien que no sabe nada pero aun así sufre, y sufre, hasta ahora, en mutismo. ¿Y por que lo relato ahora de manera tan extraña más encima? Por que el espacio en blanco es mi perfecto amigo. Siempre escucha, siempre resiste, cualquier cosa. Guarda silencio cuando debe quedarse callado y no interrumpe con una tonta aseveración personal cuando se está en la mitad de una liberación mental. Sabe lo que quiero y siento. Sabe como calmarme sin hacer algo y tiene el maravilloso poder de contárselo al resto. Es un bocón agradable. Habla por mi sin tener que mostrar la cara detrás de las letras. No deja ver el ceño fruncido en una mueca dolorosa y entristecida, sino que la cubre con un invisible velo y muestra solo lo objetivo, lo que realmente importa o debería importar.


En estas semanas me he dado cuenta de cosas que antes no había notado. Aprendí a disfrutar cada momento lo mejor posible y sacar hasta de los malos momentos algo para recordar. Ahora se que todo es frágil y que debe ser cuidado y valorado. Aprendí que a veces se necesita algo más que la propia conciencia para mantener la calma y aun que no conseguí un confidente silencioso que escuchara mis terribles sollozos y desgarradores pensamientos, creo que pude recobrar la sanidad mental con bastante dignidad y casi sin ser notada. "Te falta ser un poco más frágil" me dije el otro día, tal vez tenga razón. Tal vez sí me muestro demasiado fría para con el resto, pero aun no encuentro el desconector de la caparazón. Debo seguir buscando.



No se si alguien realmente vaya a leer esto, si lo va a tomar en cuenta o si le va a llegar a algún rincón de su íntima conciencia, pero al menos yo me siento más liviana, mas liberada. No, mentira. Aun sigue el mismo mosquito molesto zumbando en la pared de la preocupación. Solo me hace sentir mejor el hecho de que tuve ganas de escribirlo y pude hacerlo. Tal vez ya mostré una pequeña parte bajo el caparazón. El hierro también se moldea.